segunda parte
"Todo lo que se opine. Todo lo que se critique. Todo lo que se afirme contrario a una opinión, enriquece a quien escribe"
Las escuchas leer, la escuchas cantar y de pronto las palabras lo han hecho todo, y esperas el final. Y cuando ese final llega, entonces es cuando te paras, lo vuelves a leer, y a cantar, a leer, re-leer y esperas a que tu vecino, novia o compañeras te lean. Y de pronto cuando todo parece que ha llegado a su fin viene esa sensación orgásmica del clímax, un ímpetu de satisfacción recorre tu cuerpo, tus manos, y porque no, tu ego... porque, al fin, has entregado a los tiburones tu escrito, lo expones para que lo devoren y te critiquen. Y cuando eso sucede empiezan a devorar tus letras, tus puntuaciones, acepciones, apologías, aparecen exegetas bien pensantes y te señalan, te escriben, te apuntan y te borran. Vuelven a leer, a releer y por fin otro comentario te hace mueca en la pantalla, sonríes y vuelves a escribir, porque lo que digan de ti, también es importante. Aunque no lo compartas.
Esto último es importante porque solo así te das cuenta que el mundo esta lleno de insignificantes escritores y aprendices de lo mismo, y te miras en el espejo, y te dices, ese soy yo. Otro aprendiz del arte de la literatura pero a mi no se me da mal, a otros, piensas, las musas no los buscan, y a mi sí, sonríes, te jactas y vuelta a empezar. Has demostrado que eres un aprendiz. Te vuelves a mirar al espejo de lo que escribes, y, Te ríes de ti mismo. Te criticas tú mismo y sales a la calle pensando que, en el próximo escrito que hagas, tendrá lo que las musas quieren que tengan, mientras las criticas agonizan en el papel..., las rescatas, la vuelves a leer, y sacas de ellas, lo mejor. Y saludas al vecino, a la vecina, compras el pescado, la carne, la leche. Pagas, y sales recordando el último verso azul que creíste haber leído en tu cabeza. Te vuelves a dar cuenta que no es lo que buscas, es lo que viene cuando te sientas frente al papel, a la pantalla, y dejas que tus manos escriban lo que le dictan las neuronas. Dejas reposar lo escrito, lo guardas, lo acumulas, y cuando todo esta en su punto final, el escrito te vuelve a llamar y lo lees despacio. ¿Esto lo he escrito yo?, piensas, sonríes, y ya esta listo para compartirlo con aquellos que se acerquen a leer tu escrito.
Piensas que cuando vas a escribir, ellas - las palabras y las musas - vendrán a tu encuentro con cábalas inescrutables, y, en el momento propicio que consideren... que les hagas caso, otra vez, te volverás a sentir en el aprendiz de escribiente.