De las casas que yacen
en un desierto casi olvidado
encuentro una que parece
embellecer el hábito cansino
de unos niños que juegan
a pesar de que el sol calienta
las espaldas de los dromedarios.
Solos y empapados de sudor,
juegan, juegan y juegan
ignorando el frescor que
adentro de sus casas yace.
Es la casa la que contemplo
esa la que espera en el
desierto casi olvidado,
arrumar en las noches a los niños
que juegan, juegan y juega.
jueves, febrero 24, 2011
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