lunes, julio 31, 2006

sobreviviendo

En la ciudad
relámpagos
ilumina,
la soledad,
la oscuridad
del asfalto.

Duermen confiados
casi escépticos,
los roncadores
del trabajo.

A eso de las cinco
Ring, ring, ring
irrumpe la tranquilidad
de otra madrugada,
acribillando tímpanos
dos, tres cuatro cinco
y vuelven las cifras
recónditas maldicientes
de otro día
que empieza

mientras el humo
perfora en silencio
la pulmónica
contaminación
de dos tres cuatro cinco
segundos
la ciudad ha
despertado.

I

Hojas muertas
Derriten su inquietud
Bajo el asfalto
Seco y rotundo

Hojas que lleva
El viento
En su infinita
Soledad
Volando bajo
El sol...
De este
Universo
moribundo.

II

Camino
entre
edificios
piernas
manos,
y ni una
voz que alegre
mi camino.

III

Vivimos con
miradas que
se pierden andando
lo imposible,
tristeza
en los ancianos,
bosquejos de una soledad
que refleja la sociedad
del primer mundo.

(Ja, ja, ja, ja, ríe el demonio
en algún lugar de su averno)

mientras inocentes
caen sus brazos.

IV

Hasta cuándo
seguirá
mostrándonos
su insensibilidad
esta sociedad
que vive, palpita,
precisamente
de nosotros.

V

Nadie nos
Ha mostrado
En este silencio
Poemario
Qué es el futuro.
Quién tiene futuro.

VI

Silenciosos
mueren
obreros
la savia
perfecta
de una vida
en cautiverio.

Pero viven
Palpitan
Sufren,
Celebran
en la ciudad
en cualquier
ciudad del
mundo.

domingo, julio 23, 2006

a tientas

Te desnudas
y participas
a escondidas
conmigo
mis manos buscan
el anatema
de nuestro encuentro
a tientas
por que el afán
de las tinieblas
se marcha
todas
las mañanas
conmigo

lunes, julio 10, 2006

la mar


me lanzo al mar
taciturno levanto anclas
el viento me lleva
sin rumbo fijo
me lleva
me dejo llevar
hacia el desierto
postigo
como cual demonio
desnudo mi alma
y escribo
en la mar
mi nombre para
que lo recuerde el viento.

sábado, julio 08, 2006

viviendo de los cristales rotos

parte segunda


IV

descifrando el desenfado
de una golondrina
entiendo porque la mujer
que a mi lado llega
se sienta a comer sin decirme nada.

y es que ayer
a esta misma hora
jugábamos a ser sinceros
como el colibrí
que deposita con su pico
la excelente fecunda
momentánea vida,
de una flor a otra flor.

mientras hoy domingo
a la misma hora
el gorrión que ella
alimentaba se fue conmigo
a buscar, por no sé que montaña
el amor de los cristales rotos.


V

ella, ya no percibe
ni el canto de una caricia
que guardaba en su memoria...

yo, ya no le digo nada,
no le significo nada
y es hora, quizá,
de una marcha al mundo,
solo.

sin titubeos partir a la
búsqueda de otro rostro
que no vea el monstruo
fetichista del que estoy hecho.

ella, ya no ríe a la
sincera emoción de una piscina
a eso fue cuando
partió esta mañana,
según dijo.

ya no encuentra ni
el envoltorio que ayer depositó
en el balcón cuando
fue a recoger del cielo
la pertinaz canción
de una despedida.

desde entonces
han habido silencios
han surgido miedos
han reaparecido en mi mano
esa manera de alzarlas diciendo
adiós.


VI

porque el alpiste que
dejó en ese efugio
fue el culpable de
que nadie escuchara el rugir
y el aleteo conjunto
del gorrión y las caricias
tiernas que ya no le dicen nada,
nada.

hoy el viento es otro,
la noche es otra,
la ternura es otra y deposita
en vez de miradas
- en los cuencos sin fondo,
en las ánforas vacías -
sólo rutina y cansancio parecidas a
las de un desierto
en el que ya nadie camina.

ya no hace aparecer
de sus labios
la tenue sonrisa
de una mariposa
que vuela al encuentro
de un depósito floral
y el gorrión,
sigue a pesar
de los cristales rotos
convirtiendo el agua
en un simple néctar

Viviendo de los cristales rotos.

“pides tantas cosas
y yo sigo a manos rotas”
alejando filio



I

si hay algo que pueda hacer
en este momento aciago
es pedir disculpas,
es pedir mil veces disculpas,
aunque pidiéndolas
ya no consiga el efecto anestésico
de la ternura, ni de la cordura.

porque si he de ser sincero,
los besos de hoy
son sólo excusas
para seguir amando...

mientras que ayer esos mismos besos
eran deseo bulímico de nuestros cuerpos
que recién alimentaban
la concupiscencia de todos los día.


II


y hoy estos mismo labios,
lengua y saliva
ya no son el néctar
de ese gorrión que descansa
en el balcón.
ya no lamen ese minúsculo
rincón que son sus labios
desde que me dí cuenta
de que estaba solo,
caminando descalzo
por estas sendas
que ya no existen.


III

hoy no soporté la calamidad
sincera del agobio
ni las caricias del viento
que llegó esta mañana
por eso huí como el gorrión
de los cristales rotos
volando al encuentro
de un no sé qué cansino amor.

no entiendo porque la lluvia
tiene que tener la última gota
en este día domingo que recién termina
o que el gorrión sea el culpable
de no haber podido descifrar
su pertinaz encuentro de su monotonía.