relato breve, brevísimo
- ¡ja, ja, ja!
- ¡ja, ja, ja, ja, ja!
- !Mientes!
- ¡Siempre me has mentido! dio la vuelta, como siempre, y se marcho. Esta vez, sin embargo, sintió una caricia de levedad en su cuerpo. La piel se le estremeció. Se alejó despacio y cabizbaja. Cerró de un golpe la puerta y no volvió la vista atrás...
El espejo, no dijo nada. Guardo silencio como todas las mañanas. Sin embargo esa mañana, sí, esa bendita mañana, supo que todo había sido una farsa. Mi cara es ésta - se dijo - la que he visto todos los días de mi vida..., mis ojos, mis labios; la nariz, cejas... todo esta ahí, siempre ha estado ahí, y el espejo, también.
miércoles, febrero 24, 2010
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A mí los portazos me asustan, porque normalmente cuando se dan, y no digo que a veces no sea necesario, una parte de tu vida se desmorona.
ResponderEliminarEs cierto, los espejos nos devuelven realidad.
Buen corto, saludos.
Este relato breve, brevísimo me gustó, me hizo pensar en las veces que miramos a una sociedad y ella nos devuelve una imagen que no nos gusta, en esa imagen no nos queremos ver, porque somos parte de ella... pero no queremos serlo...
ResponderEliminarY damos el portazo.
¿Cuándo cambiaremos para que el espejo nos devuelva la imagen que queremos ver?
Mi espejo guarda silencio siempre, yo hago igual, saludos.
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