Descubrí un ángel en la esquina de una vivienda abandonada. Yacía fresco, tranquilo. Meditabundo, yo, retrocedí, (y es que no todos tenemos miedo al ángel que intempestivo acaricia nuestros ojos) ¿pero realmente era un ángel?
Hablamos y mucho. Y de varios temas, pero sobre todo, hablamos y hablamos, en ese momento fue lo mas importante. Porque a pesar de todo, cuando hablamos, son solo palabras que nosotros inventamos. Y esas nos acercan o nos alejan, depende el timbre y de los silencios.
¿pero realmente era un ángel o un anciano con voz dulce, que acaramelaba mis ganas de huir? Ese ángel o anciano... me salvo del hocico de un hipopótamo asesino cuando este se prestó a lanzar la mierda a sus vecinos de la charca.
El caimán deambulaba esperando el momento. Pero el ángel hacía de vigía emocional de mis piernas y mis manos. Y justo en el preciso momento eche a correr con miedos en mis pulmones y en mis manos. Que temblaban de amor y no de miedo.
El beso que nos dimos al despedirnos, fue lo suficiente para darme cuenta que el ángel o anciano, solo fue un sueño. Él echo sobre mis manos con su alma cansina un hálito de despidida. Mientras al otro lado del sueño un espantapájaros disfrazado de canciones enemigas - o amigas - me miraba con ahíto hasta reventar. El ángel se fue como llego a esa casa de la esquina de aquella vivienda abandonada. Desde entonces la ortopédica felicidad ronda mis fauces y mi costado izquierdo.
viernes, febrero 09, 2007
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