lunes, febrero 12, 2007

Cosas de este mundo

primera parte.


La vida se mezcla entre la desgracia y la alegría; entre el silencio y el ruido; entre la espera y la partida; entre la mentira y la verdad que se queda en este abanico incoloro que es la vida... la vida es amor y rebeldía, es ternura y deseos. La vida es simplemente vida.


Y así justificaron todo.

Un elefante salta sobre una hormiga
una hormiga se ríe de los gringos
los gringos no hacen más que llorar
y si lloran es simplemente
porque de las torres gemelas
los muertos ya se sabían.


Huyo.

Cabalgo misteriosamente
por las celdas y sendas del olvido
mientras estiro las cicatrices
de esta piel que se encoge.


Ábreme el costado.

Ábreme el costado izquierdo.
y verás que no miento
porque la mentira la inventa la televisión.

Ábreme el costado izquierdo y verás
que desde entonces nadie me quiere
ni un minuto en silencio
porque ese silencio no dice la verdad.


Algo muere cada día.

Hojas muertas derriten su inquietud
bajo el asfalto seco y rotundo
de esta ciudad incandescente.

Hojas que lleva el viento
en su infinita sobriedad volando
Volando bajo el sol
de este universo moribundo.

Hojas secas de clorofila elemental
parpadean la vida que se marcha
en ese hálito improvisado
con una musicalidad parecida a la muerte.



El azar de ese día.


Hoy recuerdo
el tibio soplo
de una bala en mi piel
se protege de silencio
en las mejillas de cristal.

Mis besos que lancé
al que muerto yacía,
en los asientos
de otro verso,
el cuerpo inerte
de otro muérdago amigo.


El ojo durmiendo.

Falta el ojo,
el ojo faltaba.
Durmiendo el ojo
en cama durmiendo
y el ojo faltaba...

Soñando durmiendo,
despierto soñaba.
Durmiendo soñaba
y el ojo faltaba.

¿Habrá alguna noche
dormida en mi ojo?
Le falta el sueño al ojo,
al ojo le falta el sueño.

Le falta el sueño durmiendo
durmiendo, durmiendo
al ojo le falta el ojo,
Durmiendo, durmiendo...


entre la aurora y tú


No te quejes aurora
que la vida nace contigo.

No te quejes amor que
en este silencio
la dulce sensación de tu mano
se quedó en mi pecho
cuando decidiste marchar.

Y sin decirle a la noche nada
me puse a escribir estos versos,
que de nada me sirven,
sólo,
para cuando la
aurora vuelva a nacer.
Tú te hayas marchado
definitivamente a buscar
otro silencio en otros brazos


Nadie.

Nadie adivinó
de que las nubes
se convirtieron
en un monstruo
andante de la comedia...

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