jueves, febrero 08, 2007

Mentiras y exilio.

Se abre el telón.

I

Se abre el telón y en el escenario aparece un guardaespaldas vestido de negro y con gafas. Delante de él y sentado en un escritorio, la muerte escribe versos, articula con sus manos temblorosas, poemas. De vez en cuando recita uno a uno los versos que va arrojando al papel. El guardaespaldas soporta con estoicismo la mierda de versos que la muerte lee con voz ronca e indescifrable... casi al final, la muerte levanta su mano derecha y se seca el sudor que en la sangre chorrea.



Se cierra el telón, son las dos de la mañana, mientras el guardaespaldas continua de pie junto a la muerte. Se oyen voces dentro del público. Una voz grita un nombre. La muerte obliga a cerrar el telón. Se cierra. La oscuridad vuelve, y los aplausos del público rompe el silencio fúnebre y los susurros se pierden en la rutina diaria de las butacas que se vacían a medida que los aplausos mudos dejan fúnebre la sala, las butacas... El teatro cierra sus puertas a las doce de la noche. La función ha terminado. Los actores y actrices visten en sus camerinos la realidad viva de su lívido existencial. Atisba la muerte en el escenario, la rocambolesca canción del averno. La vida, la cotidianidad vuelve subrepticiamente. Las luces apagan lentamente la férula canción de la mentira mientras el exilio corroe las mil y una canción de los acólitos cansinos de la muerte. Chirría el portón del teatro apagando al instante el luminoso rótulos de la entrada.

II

La única voz, esa voz, aquella voz se pierde como se perdió el 24 de marzo de 1980 a la seis y treinta de la tarde en una misa de un lunes. Hoy, sigue siendo lunes, todos los lunes de los lunes de este lunes a las dos de la mañana del día lunes. Las mentiras y el exilio aparecen dibujando un mapa existencial de la distancia.

III

Nos conmueve la esperanza de seguir siendo uno dos tres hasta millones de cebras con rayas blancas o rayas negras. Nos despierta la sensación cansina de seguir siendo los mismos de los que no saben nada. Nos intriga entregarnos a los brazos de un amante absurdo de la verdad, de la justicia y de los niños anónimos que visten, en el día a día, la rutina imagen de la pobreza. Se cierra el telón de la vida mientras los hipopótamos que contemplan cómo su vecina papalota se prepara a continuar dibujando entre los pobres, las hondas melodías de la sonrisa. Se cierra el telón.

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