Descripciones.
En el primer plano de mi existencia se encuentra un habitáculo vacío, en él, sólo hay espigas doradas, alucinaciones de un mundo que existe fuera de nuestras conciencias, pero existe. En el segundo plano, hay un edificio casi febril de colores grises, le adornan unos colores brillantes que acarician el gris que cobija la parte superior del edificio. En la enorme pared gris, un retrato enorme que vigila con un color negro intenso la ciudad que perpleja y sin rumbo camina por las calles de esa ciudad, todos los día.
El árbol de la entrada se parece a un inmenso verdor que se confunde con el verde de millones de hiervas diminutas que celebran con el rocío de la madrugada la llegada del sol. Y, vos, ¿dónde estás en todo esta urdimbre literaria?, ¿Qué pinta todo esto para decirte que estas ahí?. Si, estas ahí dibujando en un banco de la entrada el edificio que dentro de nada será tu emblema. No sé si vale la pena escribir tanto, o decir tanto, o no decir nada a pesar de que escriba lo que me dicta mi musa preferida, sin embargo a medida que escribo tengo la sensación de que este escrito se está convirtiendo en algo parecido a un laberinto. Qué locura pensar si no tiene sentido esta prosa poética, no lo sé, ya me dirás el día que lo leas y te sientas a recitarme los versos que nunca escribí.
De una cosa si estoy seguro, la locura no es más que la esencia sutil de la inteligencia, también ahí en la locura hay belleza clandestina, pero la hay, solo es cuestión de descubrirnos nosotros amando. Entre tanta belleza sutil, te escondés vos, desnuda, con tu pelo suelto al viento, con tu vestido largo, de vuelo inmenso que el viento te delata sentada y deambulando en bici por las calles que contemplan al edificio gris con las rayas negras de un rostro multiforme.
Más tarde, muy tarde, a eso de las cuatro de la tarde, y cuando el sol te acaricia la espalda con ternura... ahí estas sentada frente a ese edificio dibujando líneas en un papel enorme que solo sabe a eso, a papel enorme de color crema que endurece el tiempo en esta pantalla con tal de decirte algo, ahora que yo no sé que hacer con mis manos; si acariciarme los labios o seguir escribiendo todo esto que no sé adónde me lleva, pero sigo cual motor encendido que no para de hacer ruido con las teclas que suenan, suenan, suenan... y, todo, porque no sé si vos venís o no, a leer estas locuras literarias que no tienen nada que ver con lo que veo pero lo escribo.
Seguro que tiembla el tiempo en la lectura, que tiembla el corazón, mis manos, del rubor que le produce tu presencia, yo que me he curtido tanto en la lucha clandestina, tiemblo con tu presencia, tiemblo al verte sentada en ese banco frente a ese edificio gris de una ciudad que se parece a todas las que hay en cualquier ciudad de este planeta.
En el primer plano de mi existencia se encuentra un habitáculo vacío, en él, sólo hay espigas doradas, alucinaciones de un mundo que existe fuera de nuestras conciencias, pero existe. En el segundo plano, hay un edificio casi febril de colores grises, le adornan unos colores brillantes que acarician el gris que cobija la parte superior del edificio. En la enorme pared gris, un retrato enorme que vigila con un color negro intenso la ciudad que perpleja y sin rumbo camina por las calles de esa ciudad, todos los día.
El árbol de la entrada se parece a un inmenso verdor que se confunde con el verde de millones de hiervas diminutas que celebran con el rocío de la madrugada la llegada del sol. Y, vos, ¿dónde estás en todo esta urdimbre literaria?, ¿Qué pinta todo esto para decirte que estas ahí?. Si, estas ahí dibujando en un banco de la entrada el edificio que dentro de nada será tu emblema. No sé si vale la pena escribir tanto, o decir tanto, o no decir nada a pesar de que escriba lo que me dicta mi musa preferida, sin embargo a medida que escribo tengo la sensación de que este escrito se está convirtiendo en algo parecido a un laberinto. Qué locura pensar si no tiene sentido esta prosa poética, no lo sé, ya me dirás el día que lo leas y te sientas a recitarme los versos que nunca escribí.
De una cosa si estoy seguro, la locura no es más que la esencia sutil de la inteligencia, también ahí en la locura hay belleza clandestina, pero la hay, solo es cuestión de descubrirnos nosotros amando. Entre tanta belleza sutil, te escondés vos, desnuda, con tu pelo suelto al viento, con tu vestido largo, de vuelo inmenso que el viento te delata sentada y deambulando en bici por las calles que contemplan al edificio gris con las rayas negras de un rostro multiforme.
Más tarde, muy tarde, a eso de las cuatro de la tarde, y cuando el sol te acaricia la espalda con ternura... ahí estas sentada frente a ese edificio dibujando líneas en un papel enorme que solo sabe a eso, a papel enorme de color crema que endurece el tiempo en esta pantalla con tal de decirte algo, ahora que yo no sé que hacer con mis manos; si acariciarme los labios o seguir escribiendo todo esto que no sé adónde me lleva, pero sigo cual motor encendido que no para de hacer ruido con las teclas que suenan, suenan, suenan... y, todo, porque no sé si vos venís o no, a leer estas locuras literarias que no tienen nada que ver con lo que veo pero lo escribo.
Seguro que tiembla el tiempo en la lectura, que tiembla el corazón, mis manos, del rubor que le produce tu presencia, yo que me he curtido tanto en la lucha clandestina, tiemblo con tu presencia, tiemblo al verte sentada en ese banco frente a ese edificio gris de una ciudad que se parece a todas las que hay en cualquier ciudad de este planeta.
Donde huir
ResponderEliminarSi ya mi sombra
Conoce tu nombre
Ay, qué descripciones maravillosas... mmm...
ResponderEliminarquién fuera poesía para ser la musa que inspira tu prosa, poeta amigo mío, quién pudiera arrancar de tus dedos esto que escribes y hacerlo realidades...
Me gusta cuando decís
"Qué locura pensar si no tiene sentido esta prosa poética, no lo sé, ya me dirás el día que lo leas y te sientas a recitarme los versos que nunca escribí"
me imagino que eso es lo que les pasa a todos los poetas y escritores, porque ¿es acaso el texto propiedad del que lo escribe? pero a su vez ¿es sólo el que lo lee quien configura lo que significa eso que el escribidor escribió?
che, Txanba, ni tanto ni tan poco, como decimos por aquí...
los lectores, seguramente, leemos tus escritos y configuramos su significado de un modo distinto cada uno, sintiéndonos, o no, parte de ellos, sufriendo, gozando, amando, riendo, todo a la vez o nada de eso, pero también está lo que vos ponés de vos mismo, tus propias palabras, tus deseos, tu conciencia, tu inconciencia, tu experiencia, tus ganas de escribir, tus lucubraciones, tus genialidades y tus tonterías... todo está allí, aunque los que leemos no sepamos cuándo decís algo con mayor o menor vivencia, pero sí sabemos que todo lo que está en tus letras proviene de alguien que las siente, en tu caso, inspirado por tu musa preferida...
No sientas que eso es una locura vana, pero si insistís en llamarlo locura podríamos decir que es una locura creativa plena de deseos, vivencias, amor, pasión, dolor, sueños, ansias... en esa locura que hace temblar de rubor a tus manos está el amor, el genio, la belleza... nunca le quites a tus manos la posibilidad de sentir que la vida es posible y que tus versos, tu prosa, tus canciones aportan al sentido de la vida en este tiempo...
Ah...
un beso a tus manos ruborizadas porque ruborizadas y temblorosas escriben con una calidez incomparable...
un besito