un mundo diminuto.
Has visto al hipopótamo cuando va a descansar a las charcas, o has oído la música austera de los rinocerontes que se acercan para ver qué tienen los peces en las bocas, y al verlos se dan cuenta que no existen. Has visto a las cordiales e inexistentes luciérnagas que al caer el día, ellas, dejan de brillar con luz propia. Porque si siguen brillando, el sol, se pone celoso y las devora insonorizando el marcapaso de sus diminutos corazones.
Las libélulas revolotean día tras día conversando con los peces que saltan del río buscando moscas, mosquitos y mosquitas. Mientras la voz ronca de las ranas y los sapos acojonan a todo dios porque si se acercan, ellas y ellos, se encargan de engullirlo todo, pero todo, todo. Mientras el río sigue su cauce se aleja musicalizando hábitat, y meandros que se unen para voluntariamente suicidarse en el mar. Nadie se baña en el mismo río dos veces nunca, si en el mismo río, nadie se baña dos veces.
Y eso que el agua es transparente, que en ella se puede beber echando de menos a los refrescos que nos vende el rinoceronte. Mientras las luciérnagas se hinchan los ojos a dormir, y las moscas, mosquitos y mosquitas se divierten bebiendo de la mierda, unos, de nuestra sangre, los otros, es que, ello se les va la vida. Mientras las libélulas caguen día tras día para que las plantas que perfuman con sus labios los ríos, y vuelvan a nacer mas abajo. Las ranas, sapos, serpientes y centinelas siguen vibrando como semidiurgos diminutos en las charcas, meandros, ríos y riachuelos, porque no nos olvidemos que en los ríos nunca, pero nunca, nunca, nos bañamos dos veces...
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